Caldito
- Aquí Comitán
- 9 jun 2020
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Caldito
Texto e imagen publicados por:
Disraelí E. Ángel Cifuentes
En el ejido Emiliano Zapata, donde nací, cuando alguien quiere comer un caldo de gallina de rancho sólo tiene que decir: "mamá, esa gallina cantó" y al rato ya la están despedazando.
Si una gallina canta es su sentencia de muerte, porque se convierte en ave de mal agüero, y va para el plato.
Cuando los gallos cantan de noche, digamos que después de las siete pm hasta las 11:59 pm, también se le considera como anuncio de malas noticias: alguien va a morir.
Y rápidamente empieza la gente a revisar mentalmente a todos los miembros de la familia para saber quién anda enfermo y qué se puede hacer con ellos. Hasta los van a visitar.
Si nadie de la familia está con enfermedad entonces la revisión mental incluye a las y los vecinos, no vaya a ser que se cumpla. Y también los van a visitar, con algún su regalo, por aquello de las dudas.
Ah, pero los gallos no terminan en caldo, porque ya se sabe que cuando canta un crestudo, en el acto responden los demás, y la cantadera es generalizada.
La sentencia de muerte por cantar es de las gallinas porque, además, ninguna otra gallina le sigue la corriente; por cierto, no importa la hora en que se atrevan a elevar ese canto.
El asunto es que a veces nadie escucha el canto de ninguna gallina, sino solo son ganas de comer sabroso.
Como sea, se visitan los enfermos y alguien termina comiendo tortillas hechas a mano, acompañadas de ese caldito.

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