Maclovia y Cricerio
- Aquí Comitán
- 23 jun 2020
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¿Por qué éramos tan felices?
Mi papá conquistó a mi mamita cuando aún andaba con sus pies descalzos: en la pobreza extrema. Pobreza económica, claro.
Papá no le ofreció el brillo del oro, sino la pureza de su amor y de su alma.
Empezaron desde abajo, muy abajo.
A veces faltaban algunos víveres en la casa, a pesar del esfuerzo de ambos, pues mi madre también aportaba recursos, a través de la costura y la venta de pan.
Cuando eso ocurría, papá se iba con sus caballos y mulas a cortar leña y la ofrecía con Don Nicolás, el cacique del ejido.
Las cargas de leña que no quisiera el cacique las llevaba a la casa. Pero como iba descalzo, en sus pies entraban espinas. Por las noches le pedía a mi mami o mi hermana Elina que se las sacaran.
No podíamos morir de hambre porque él y ella fueron muy trabajadores, además de que vivíamos en una especie de edén, donde se da el guineo, la naranja, el limón, la yuca y la calabaza muy bien, amén de muchas hierbas que no se requieren ser sembradas como el chipilín, la hierbamora, el camote, el bledo. Por si fuera poco, el río nos aportaba pescado, cangrejos y caracol.
También podíamos tener aves de corral y comer huevito de rancho, aunque sólo los primeros cuatro o cinco, de los doce que una gallina ponía antes de encluecarse.
Por eso, un par de huevitos a veces mi mamita los preparaba en caldillo para que alcanzara a todos: cuatro hijas y dos hijos, más mis papás; obviamente también lo acompañábamos de frijol.
Sólo en los cumpleaños nos consentían con un caldito de gallina de rancho, o bien cuando alguien se enfermaba: al que se ponía malito le tocaba un huevo para él solito.
Lo que me pregunto es ¿Por qué éramos tan felices? ¿Será porque nunca nos imaginamos que hubiera un mundo distinto? ¿Será porque mis padres se querían, se respetaban y nos amaban mucho?
Como sea, haber nacido de mamita Maclovia Cifuentes y papito Cricerio Ángel, justo en el lugar donde nací, fue muy bonito.
Texto e imagen: Disraelí E. Ángel Cifuentes.

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